@JoseMariaCamara
La última vez que los ciezanos vivieron una Semana Santa en las calles, Alfonso, Julia, Francisco, Mateo, Jaime, Elena, Arturo o Mario apenas tenían unos años de edad, otros ni siquiera estaban en este mundo. Sin embargo, todos hemos mirado como ellos lo han hecho a la Semana Santa que se ha ido, desde la pureza y la sorpresa. Ante nosotros se ha desplegado una Semana Santa arrebatadora, incontrolable y pasional como pocas se recuerdan. Alfonso, Julia, Francisco, Mateo, Jaime, Elena, Arturo o Mario apenas son esos niños que en esta Semana Santa nos han enseñado a mirar, sentir, disfrutar y ver todo como si fuéramos niños en la Noche de Reyes, pero, con la diferencia de que nosotros ya sabíamos que iba a ocurrir a cada momento, sin embargo, y pese a lo previsible de la situación, el pueblo de Cieza, siempre él, hizo de las calles su casa, de los reencuentros sus momentos más esperados y de las procesiones un sueño del que nunca despertar. Eso sí, como estaba estipulado, la larga espera acabó a las diez de la noche del Viernes de Dolores en el reloj del Convento de San Joaquín y San Pascual y en los acordes de ‘’La Dolorosa de Cieza’’ del inconfundible, García Alcazar. Ahí, los 1000 días de espera se desvanecieron y solo quedaron como una historia más que contar. La Semana Santa 2022 estaba, por fin, en las calles de Cieza.
Semana de reencuentros, de realidad, de pasos dormidos en el compás de la marcha procesional, el abrigo de la vara, el olor a flor y el bullicio del recorrido procesional. Semana Santa del pueblo que con su presencia evidenció que en Cieza la Semana Santa es punto y aparte, que, pese a la ausencia, había generaciones enteras deseosas de encontrarse con ella frente a frente en San Sebastián, Paseo o Cánovas del Castillo. Semana Santa esta que se nos ha ido cargada de novedades, momentos para no olvidar y derribamiento de muros que, pese al siglo en el que nos encontramos, todavía estaban sin romper, pero, tras dos años de espera, nada ha conseguido frenar la ilusión de quienes, en el silencio del otoño, soñaron con volver a vivir una nueva Pasión en Cieza, mejorada, real y en las calles.
El Viernes de Dolores llegó evidenciado que, por fin, estábamos de vuelta. El cornetín del Moya volvió a sonar y la Semana Santa se abrió de par en par en la Calle del Hoyo. ‘’Otro año más’’ se escuchaba de esquina en esquina, los abrazos, los reencuentros y las vueltas a Cieza por su Semana Santa nos certificaban que era el momento de volver a las calles. El cortejo de la Dolorosa ya nos avisó de lo que se nos venía encima, y es que esta Semana Santa ha sido la de los cortejos extensísimos, la numerosísima presencia de gente en la calle, pero también la de la excesiva duración de las procesiones, producidas en algunos momentos por cortes entre hermandades o parones que llegaron a desesperar a los espectadores. Este es un punto a analizar en la calma de los 348 días que nos esperan. Nos encanta la Semana Santa, pero también nos gusta la fluidez en los cortejos y esperar lo justo para enmudecer ante una u otra imagen.
